La asociación de ayuda a personas con altas
capacidades avisa de que un mejor diagnóstico en los centros impulsaría su
desarrollo personal
12.05.13 - 01:09 - D.
GUINDO/EFE | VALENCIA.
La Asociación Valencia de
Ayuda al Superdotado (Avast) lamentó ayer el «desperdicio de talento» que a su
juicio supone que sólo se detecte a un 10% del alumnado con altas capacidades,
un grupo de menores que precisan de una atención especial que les permita
desarrollar su potencial y evitar el fracaso escolar. «Son niños que sufren en
el colegio», dijo Elena Gómez, presidenta de la entidad, antes de señalar que
aunque existen pruebas para hacer una detección precoz de estos casos su
aplicación «falla» en los centros educativos.
Alrededor de un 3% de la
población es superdotada. Son personas cuyo cociente intelectual es superior a
130 y afecta por igual a ambos sexos. Para Gómez, esto significa que en una
clase de 30 alumnos debería haber, como mínimo, un caso en todas las aulas y
los cursos, «pero cuando hablas con profesores que están a punto de jubilarse
te dicen que no se han cruzado en toda su vida con un alumno superdotado».
A su juicio es necesario
detectar que un niño tiene altas capacidades cuando está en Primaria, pero la
realidad es que muchos casos se conocen cuando son adolescentes y comienzan a
destacar por mostrar mal comportamiento o rebeldía.
Los niños y jóvenes con altas
capacidades «van en contra del sistema, porque el colegio, al que acuden
desmotivados porque se aburren, es un medio hostil para ellos», según Gómez.
«Si tiene un profesor que se implica y lo motiva no hay problema, pero cuando
no es así puede estar muchas veces fuera de la clase», continuó la presidenta.
Además, en los estudios de Magisterio las altas capacidades son un tema al que
no siempre se le da suficiente importancia. Precisamente, la asociación
organizó ayer una jornada de puertas abiertas en las aulas universitarias en
las que desarrollan actividades para los alumnos que también estaba dirigida a
los estudiantes de los grados educativos.
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Jornada de puertas abiertas de las actividades de la AVAST. J. MONZÓ |
«A los seis años Óscar tenía
un cociente intelectual de 129 y le diagnosticaron un Trastorno de Déficit de
Atención e Hiperactividad. Estuvimos cuatro años medicándolo por prescripción
médica». Víctor y Maribel recuerdan el camino que han seguido hasta descubrir
que su hijo forma parte de ese 3% de la población superdotada.
Falta de
recursos
El caso de Óscar refleja las
dificultades por las que pasan estos niños para encontrar un centro que sea
capaz de dar respuesta a sus necesidades. «No hay ningún instituto que atienda
las altas capacidades, nos instaron a que acudiésemos a un centro con un
programa plurilingüe, pero no pudo entrar», explicaron. Estas carencias le han
originado distintos problemas. «Desde pequeños sufren rechazo de sus compañeros
porque con los niños de su edad tienen poco en común, prefieren estar con
personas mayores o delante de un libro». Esta situación les llevó a descubrir a
la Avast, «donde nos orientaron sobre los derechos y servicios que hay y cuyas
actividades están centradas en que los niños se socialicen», indicaron.
A Lisardo y su esposa Mari Luz
la calificación de alta capacidad les llegó por partida doble, a través de sus
hijos Héctor, de 17 años, y Carla, de 11. «Con Héctor fue muy vistoso, con
menos de un año elaboraba frases largas y complejas y al poco tiempo ya las
llenaba de contenido. Hasta los siete años no lo diagnosticaron», apuntan sus
progenitores. Ahora, un año antes de lo habitual, está a un paso de entrar en
la Facultad de Física y forma parte de un programa de desarrollo del talento
matemático. Carla, por su parte, va bien en clase, donde tiene dos compañeros
en la misma situación. Para Lisardo, las universidades deberían crear líneas
que impulsen la formación de este tipo de alumnos. «Se podrían tener muchos más
investigadores y con mejores resultados».
Las Provincias
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